Reflexionaba sobre por qué unas personas son más
ruidosas que otras, más proclives a proferir insensateces, gritar y sembrar
discordia al contrario de aquellas que intentan conducirse de un modo
civilizado. Concluí que el individuo vociferante tiene el cerebro vacío, su
mente funciona como un reflector del ruido social, retransmite la agitación de
las otras personas.