Reflexionaba sobre por qué unas personas son más
ruidosas que otras, más proclives a proferir insensateces, gritar y sembrar
discordia al contrario de aquellas que intentan conducirse de un modo
civilizado. Concluí que el individuo vociferante tiene el cerebro vacío, su
mente funciona como un reflector del ruido social, retransmite la agitación de
las otras personas.
Por el contrario, la persona silenciosa se blinda ante el
griterío ajeno y por consiguiente no retransmite el ruido. En el implausible
supuesto de que la sociedad humana fuese silenciosa, el individuo histriónico
sólo podría emitir o reflejar calma. La duda que tengo es saber de que modo se
adaptaría el vociferante a la nueva situación de silencio generalizado. Las neuronas
que antes funcionaban emitiendo ruido necesitarían reciclarse, un circunstancia
que quizá requeriría la ayuda del psicólogo. Hemos de desconfiar de los que se
entretienen en pronunciar largas y encendidas parrafadas con un nivel elevado
de decibelios. Aunque pueda parecer que
su cerebro está lleno de ideas y razones, en realidad es al revés; el cerebro
del vociferante está vacío y sólo recibe, acumula y expele el griterío general.