sábado, 16 de junio de 2012

Llegó la guerra financiera


Los que pensamos que se ha desatado una guerra financiera mundial, y que la crisis que asola a varios países occidentales es un efecto de esa guerra, entendemos que los responsables de la contienda son facciones rivales supranacionales que manejan a los países y sus gobernantes y ciudadanos como marionetas.

Estas facciones dominan el capitalismo industrial y financiero, manejan los mercados bursátiles a su capricho, asesinan y corrompen, debilitan y destruyen empresas y países enteros. Además acumulan oro y plata, que sirven de metales refugio en tiempos de turbulencia, y así completan su pérfida estrategia. Yo no comparto la versión ingenua que dice que organizaciones como Bilderberg y otras similares ejercen su dictadura de un modo cómodo y sin oposición.

La convivencia entre esas facciones de oligarcas, los amos del mundo, no es pacífica. Intrigas, cambios de alianza y puñaladas traperas son moneda corriente entre los dueños del planeta. Que una facción gane una batalla no les garantiza seguridad alguna, esos grupos de plutócratas rivales se asientan sobre arenas movedizas, su naturaleza es mafiosa.

Para entender mejor el desarrollo actual de la guerra financiera mundial hay que remontarse a la ruptura del acuerdo de Bretton Woods, que se firmó en 1944. En virtud de aquel acuerdo el dólar se establecía como la moneda patrón universal y a su vez el Gobierno estadounidense estaba obligado a comprar y a vender dólares referenciados al precio de la onza de oro de aquel momento.

Pero a final de la década de los sesenta, el acuerdo de Bretton Woods no pudo mantenerse por más tiempo. La guerra de Vietnam obligó al Gobierno estadounidense a financiarse, lo que produjo un movimiento inflacionario que muchos bancos americanos y europeos se negaron a sostener. Al mismo tiempo, Japón y algunos países europeos crecían a buen ritmo y el marco de Bretton Woods les venía estrecho. Estados Unidos argumentó que la convertibilidad dólar-oro atenazaba su economía y en 1971 el Gobierno estadounidense dio por extinguida esa convertibilidad. A partir de entonces los países con más relevancia industrial y financiera liberalizaron sus tipos de cambio y emprendieron otras medidas que los hacían más autónomos para tomar decisiones económicas.

Sin embargo, el dólar estadounidense fue el sustituto del desaparecido patrón oro, un hecho que dura hasta nuestros días y que sitúa a la divisa norteamericana en una posición de privilegio. Al ser el dólar la moneda de reserva mundial, los bancos centrales lo acumulan en cantidades ingentes. Además es la moneda que se utiliza para el comercio internacional y para fijar los precios del petróleo, oro, materias primas, costes financieros, etc. 

Emitir dólares sale gratis, al ser la moneda de reserva el emisor de dólares no tiene que pagar intereses por ponerlos en el mercado. Cuando el Tesoro estadounidense tiene vencimientos pendientes o falta de liquidez sólo tiene que poner en marcha la máquina de imprimir billetes. Pero la continua emisión de dólares hace que esa moneda se devalúe por la acción de la inflación.

Aquí está el núcleo del problema, otros países con recursos y monedas rivales del dólar estadounidense desean sacudirse el dominio político y financiero que ejerce el billete norteamericano. Pero en realidad la lucha no es entre países y Gobiernos sino entre facciones de oligarcas, los dueños del mundo, que intentan imponer su moneda y su sistema político y económico global. Esta contienda puede perpetuarse hasta que haya un vencedor o puede acabar mediante un pacto político y financiero que determine cual será la nueva moneda y las características del sistema económico que acompañe a esa moneda. El capitalismo no muere, se refunda o se renueva, pero deja  muchas víctimas por el camino.

El alejamiento de algunos países europeos de la tutela financiera estadounidense después de la ruptura del acuerdo de Bretton Woods trajo consigo la creación del euro, la moneda de referencia de 17 países de los 27 que forman la Unión Europea (UE).  Según la Wikipedia el euro es de uso diario por unos 330 millones de europeos y más de 175 millones de personas alrededor del mundo usan monedas fijadas al euro, que incluyen más de 150 millones de africanos. El euro es la segunda moneda de reserva, así como la segunda moneda más negociada en el planeta después del dólar estadounidense. A partir del 1 de enero de 1999 el euro se convirtió en una moneda competidora del dólar para disgusto de los que deseaban y desean la hegemonía de la divisa estadounidense. 

El euro no tardó en disputarle al dólar su función de moneda de referencia del comercio mundial. En octubre de 2000, Sadam Hussein comenzó a cobrar una parte del petróleo iraquí en euros. Después de las sanciones de la comunidad internacional a Iraq en 1990, la ONU permitió al régimen de Sadam exportar cantidades limitadas de petróleo para la compra de productos humanitarios. El dinero se ingresaba en una cuenta de la ONU en París pero con una salvedad: la ONU permitió que las transacciones se efectuasen con euros. En efecto, lo que subyace a esta pugna soterrada entre monedas es la exigencia de los dueños de dólares a denominar la compra venta de petróleo en esa moneda, el “petro-dólar”. Varios analistas piensan que la causa de la caída y muerte de Sadam Hussein fue su desafío a la moneda norteamericana.  

Pero al desafío al dólar se suman ahora otros agentes, Rusia, China y varios países emergentes, además de una corriente de opinión dentro del FMI que entiende que conviene hallar una alternativa a la divisa estadounidense. En la cesta de monedas del FMI, (los DEG), el dólar tiene una ponderación del 44%; el euro, 34%; el yen japonés, 11%; y la libra esterlina, el 11%. El rublo ruso, el yuan chino y el real brasileño carecen de ponderación. Pero hay una moneda que se puso sobre la mesa del acuerdo  de Bretton Woods aunque nunca se llegó a utilizar. Se trata del “bancor”.

Según Thierry Meyssan, el 29 de marzo de 2009 el gobernador del Banco Central de China, Zhu Xiaochuan, cuestionó el predominio del dólar estadounidense como moneda de reserva. Después de lamentar que la idea del economista John Maynard Keynes para crear una moneda internacional, el “bancor”, no hubiese llegado a concretarse al término de la Segunda Guerra Mundial, el señor Zhu propuso la utilización de los Derechos Especiales de Giro (En inglés Special Drawing Rights o SDR).

El 2 de abril de 2009, en la Cumbre del G20 celebrada en Londres, Estados Unidos acepta que se tripliquen los recursos del FMI así como la emisión, por parte del propio FMI, de los derechos especiales de giro por valor de 250. 000 millones de dólares. También aceptó, en principio, la creación de un Consejo de Estabilidad Financiera al que estarían asociados los grandes países emergentes. La idea se discutió el 8 de julio de 2009 durante la Cumbre del G8 en Aquila, Italia. Adelantando un poco más el peón, Rusia propuso no conformarse con una moneda virtual y emitir realmente esa moneda. Dimitri Medvedved, que había dado orden de imprimir simbólicamente varios prototipos de dicha moneda, puso incluso varios de ellos sobre la mesa. Estos mostraban, por una cara, las efigies de los 8 jefes de Estado y, por la otra, la divisa en inglés: “unidad en la diversidad”.

El proyecto se presentó a los expertos de la División de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU. El informe de dichos expertos, entre los que se encuentra el profesor Vladimir Popov de la New Economic School de Moscú, se analizó el 25 de abril de 2010 en una reunión conjunta del FMI y el Banco Mundial. Todo este proceso debía concretarse precisamente el 26 de mayo de 2011 durante la Cumbre del G8 en Deauville, Francia. El dólar hubiese dejado de ser la moneda de referencia, lo cual habría tenido como telón de fondo la inminente cesación de pagos del gobierno federal de Estados Unidos. Washington habría renunciado así al financiamiento de su superpoderío militar a través de la deuda para consagrarse a su reestructuración interna.

Sin embargo, la idea de materializar una moneda mundial como alternativa al dólar no prosperó, o al menos se congeló a la espera de futuros acontecimientos. En ese momento de incertidumbre estallaron dos acontecimientos  relacionados con este asunto que conmocionaron a la opinión pública: la intervención de la OTAN en Libia para derrocar a Gadafi y la detención y posterior dimisión de Dominique Strauss-Kahn. En efecto, no había pasado un mes desde la reunión del G8 en Deauville cuando la policía detiene al director del FMI en el aeropuerto J.F. Kennedy de Nueva York.

Siguiendo a Thierry Meyssan,  Washington actuó de mala fe al detener a Strauss-Khan, al parecer el antiguo director del FMI tenía culminado un proyecto para crear una nueva moneda vinculada a los DEG del FMI. No sólo eso, para estupor de algunos el coronel Gadafi apoyó el proyecto de Strauss-Khan, un gesto que la facción oligarca que apoya al dólar entendió como un acto de guerra. Ya sabemos como terminaron ambos personajes, el libio acabó cadáver y Strauss-Kahn es un asiduo a los juzgados, demonizado, además, por la opinión pública por sus escarceos sexuales.  

Sin embargo, el proyecto de la moneda mundial sigue vivo. Durante el tiempo que Strauss-Khan estuvo de director del FMI actuó con diligencia para formar un acuerdo global que incluía al FMI, el Banco Mundial y a varios bancos internacionales. Son varios los países y los bancos que no se fían del dólar como moneda de reserva pues ha perdido valor, y también saben que la hegemonía política estadounidense ya no descansa en su divisa sino en su poderío militar. Las espadas están en lo alto, las facciones que se disputan el dominio político del mundo libran una lucha enconada aunque por el camino caigan países y millones de ciudadanos.

En este contexto se entiende mejor la situación de Grecia, uno de los Estados más débiles de la UE, víctima de la facción despótica que apoya al dólar. El ataque a Grecia es un ataque al euro, moneda rival del billete verde, y también es un ataque a la unión política de 27 naciones. Potencias en apariencia ajenas a la política de la UE como Rusia, China e India observan con atención el desarrollo de los acontecimientos, en el tablero de la política internacional hay que estar informados, tomar posiciones en determinadas divisas, invertir o desinvertir aquí o allá. Quieren saber si la UE saldrá con bien del lío en la que está metida para tomar las medidas pertinentes.

En definitiva, asistimos a una guerra financiera mundial que se libra entre facciones supranacionales, bandas de oligarcas que usan a los países y sus ciudadanos como comparsas de su codicia y afán de poder.