sábado, 1 de marzo de 2014

Joseph W. Kittinger, pionero de los saltos estratosféricos


El salto estratosférico que aupó a Felix Baumgartner a la fama se realizó el 14 de octubre de 2012, pero poco se sabe de otro pionero que realizó una hazaña similar varias décadas antes, el piloto estadounidense Joseph W. Kittinger.

Durante la Segunda Guerra Mundial las aeronaves operaban rutinariamente a 12 y 13 kilómetros de altitud,  pero los pilotos y las tripulaciones tenían que decidir, en caso de accidente, el modo de escapar del avión que volaba a esa altura, el dilema era si abrir el paracaídas inmediatamente después de abandonar la aeronave o descender en caída libre hasta una altura menor antes de abrirlo. La primera opción tenía riesgos: el golpe severo de la apertura, temperaturas muy bajas y la falta de oxígeno.

En 1943 el coronel W. Randolph Lovelace, cirujano de vuelo de la Fuerza Aérea de los EE.UU, estudió el problema del escape a gran altura y decidió realizar un experimento poniéndose a prueba. El 23 de junio de 1943 saltó de un B-17 desde 12,800 kilómetros de altura llevando consigo lo que entonces era una novedad, un pequeño tanque de oxígeno con provisión para 12 minutos. Nada más saltar del avión abrió el paracaídas, pero el golpe de apertura cercano a los 40-G lo dejó inconsciente y la onda de choque arrancó los guantes de sus manos. Gracias a la botella de oxígeno recuperó el conocimiento a baja altura y aterrizó a salvo.  
W. Randolph Lovelace 

El avión B-17
En 1953 la Fuerza Aérea de Estados Unidos diseñó el proyecto High Dive que tenía por cometido estudiar la respuesta biofísica del escape en grandes altitudes, a tal fin se usaron globos de polietileno. A comienzos del año siguiente se realizaron los primeros lanzamientos de maniquíes antropomorfos desde aviones de carga C-97 que volaban a 9 kilómetros de altura. En junio de 1954 se lanzaron maniquíes no estabilizados desde 27 kilómetros de altura que estaban a bordo de globos, en ocasiones los globos transportaban a más de un maniquí. Las pruebas confirmaron que un cuerpo no estabilizado giraría o daría tumbos de manera incontrolada durante la caída. El giro más extremo se produjo el 8 de febrero de 1956, cuando uno de los maniquíes llegó a las 200 revoluciones por minuto  después de haber caído de 27 km de altura. 

El proyecto siguiente a High Dive fue Excelsior, aquí J. Kittinger tenía un papel importante, planeaba utilizar un globo para llegar a la estratosfera y luego saltar pero retrasando la apertura de su paracaídas principal a 5,5 kilómetros del suelo. El diseño del salto tenía dificultades técnicas, la solución vino de Francis Beaupre, un técnico del centro de desarrollo aéreo Wright, que ideó un sistema de paracaídas de tres etapas cuyo despliegue era automático. Kittinger saltaría de la góndola y caería durante 16 segundos hasta alcanzar su velocidad máxima, a continuación se desplegaba un paracaídas guía de dos metros de diámetro y a su vez este paracaídas guía o piloto desplegaría un paracaídas estabilizador de seis metros de diámetro. Un tercer paracaídas, o paracaídas principal, se desplegaría por etapas, al principio un tercio del mismo y por fin, a una altura de 5,5 kilómetros, se abriría por completo.

El valiente piloto estadounidense llevaba un traje semi-presurizado MC-3 bien equipado para soportar el frío estratosférico, una botella de oxígeno, cámaras e instrumental,  su peso ascendía a los 160 kilos, el doble de su peso real. Kittinger realizó tres saltos previos desde un Hercules C-130 a 5 kilómetros de altitud y todo parecía estar en orden.  El 16 de noviembre de 1959 el globo de helio se elevó a 18 kilómetros mientras rotaba con lentitud, pero en cierto ángulo de la rotación la luz del sol entraba en la góndola donde se hallaba Kittinger que impedía a éste leer los instrumentos. Además, el visor del casco comenzó a empañarse lo que dificultaba aún más su visión. A pesar de que la góndola contaba con una cobertura para proteger a Kittinger del sol, esta no se hallaba presente en la entrada de la góndola. Cuando el globo rotaba y la entrada apuntaba al sol, era tal la intensidad del reflejo del astro sobre los paneles de instrumentos que era imposible para Kittinger leerlos. 

Por fortuna para el osado saltador, cinco minutos antes de lanzarse al vacío su visor se aclaró; Kittinger pudo ver con cierta dificultad que había alcanzado los 20 kilómetros de altura y activó la válvula de venteo del globo para detener el ascenso. Cuando estaba a punto de saltar comprobó que el globo se había elevado a los 23 kilómetros de altura, toda una marca. El 11 de diciembre de 1959 Kittinger se lanzó desde 22,770 kilómetros de altura sin incidencias negativas. El 16 de agosto de 1960 saltó desde 31,333 kilómetros, alcanzó la velocidad máxima a los 27,432 kilómetros de altitud a 1.049,6 km/h. 

Para estabilizar sus saltos y evitar los giros, Kittinger bajaba sentado como si estuviese en una silla, llevaba un peso especial que le facilitaba esa postura. Pero cada vez que levantaba un pie giraba como una peonza, un hecho que el estadounidense encontraba muy divertido.