La otra noche vi en la 2 una actuación de Jorge Pardo y su
grupo. Hicieron una versión de la garota de Ipanema aunque Pardo sólo tocó un
solo breve de saxo dejándole el protagonismo al resto de la banda: pianista, flautista,
dos percusionistas, bajista y dos guitarristas. La versión me pareció
excelente, sobre todo el arreglo de piano y el de flauta, una sinfonía de notas tocadas con gran armonía pero basada en los acordes clave del tema original de Antonio
Carlos Jobim.
Tumbado en el sofá, transportado por la melodía recordé la
polémica, que para mí es absurda, acerca de los clásicos del pop-rock. Ni los
Beatles ni los Stones están anticuados, pero si lo estuviesen hay otros músicos
que se encargan con amor y esmero de inmortalizar sus canciones. De los
Beatles, por ejemplo, he escuchado una versión de Eleanor Rigby ejecutada con
maestría por Stanley Jordan. Y otro arreglo de Black Bird ejecutado al bajo por
Pastorius.
La noche avanzaba calurosa al compás del grupo de Pardo, éste
estaba situado con discreción detrás de la banda, atento a la chica de Ipanema,
al ritmo espléndido con que los músicos desarrollaban el tema. No es fácil
otorgar la categoría de clásico, o lo que es peor, de anticuado, a uno como
Mick Jagger que parece que fue ayer cuando paseaba por Nueva York mientras
conocía a la gente de la Factory. El mito necesita tiempo y espacio y la música
de los clásicos perdura, aunque sean los clásicos de la familia del pop-rock.
Tom Jobim |