miércoles, 23 de mayo de 2012

La guerra oculta

Después de leer las soflamas del vociferante Paul Krugman sobre Grecia se activaron mis alarmas y comencé a atar cabos. ¿Por qué el ínclito Krugman apuesta un día sí y otro también para que Grecia salga del euro? ¿A qué obedece tanta insistencia? Antes de exponer mi opinión, que apunta a una guerra financiera soterrada de alcance mundial, expondré con brevedad algunos datos de Grecia.


Acorde a la Wikipedia su superficie es de 132.562 km² que incluye las aguas interiores de la cuenca del Egeo, islas e islotes. De acuerdo con estudios demográficos de Eurostat la población es de 11.244.118 habitantes. Cuenta con aproximadamente 9.000 islas, islotes y afloramientos rocosos, 15.021 kilómetros de costa (más de 16.000 km de costa incluyendo los afloramientos rocosos), siendo el segundo de Europa tras Noruega y décimo del mundo detrás de Estados Unidos en longitud costera. Grecia pasó a ser miembro de la Unión Europea en 1981. El presupuesto nacional a principios de la década de 1990 se calculó en unos 37,6 miles de millones de dólares de ingresos, y 45,1 miles de millones de gasto.

En resumen, no es un país rico ni aparentemente posee materias primas que lo haga apetecible a los especuladores internacionales. El problema de Grecia, al igual que el de Portugal, Irlanda, España e Italia es otro, estos países son víctima de ataques financieros por ser la parte más débil del sistema euro, es decir, del sistema político y económico que agrupa en mayor o menor medida a 27 naciones de Europa. Los enemigos de la UE son aquellos que recelan de la unión política de 27 naciones y de su moneda de referencia, aunque no la única, que es el euro. Tampoco entienden que siendo el dólar la moneda de pago más extendida tenga menos valor que el euro.

En mi opinión, hay indicios suficientes para decir que en este momento se libra una guerra financiera soterrada de alcance mundial librada por facciones de individuos y corporaciones financieras muy poderosos que pretenden imponer su visión económica y política. La crisis que afecta a algunos países occidentales es una prueba de esta pugna porque en realidad no hay datos objetivos para justificar una crisis que surge de la noche a la mañana en un mundo que tenía unas condiciones de prosperidad aceptables. Los descuadres presupuestarios se pueden arreglar con consenso y diálogo, si hace unos años esos descuadres existían y se toleraban ¿a qué se debe la inflexibilidad actual? La respuesta parece lógica: se libra una pugna entre facciones rivales por la implantación de otro modelo político y económico que tiene por objetivo dominar el mundo.

La desestabilización de Grecia favorece a una de las facciones en liza, y las campañas mediáticas para resaltar los aspectos negativos del país heleno tienen por motivo amedrentar a griegos y europeos. Lo que se disputa en el plano internacional, en reuniones opacas que tienen lugar en organismos y despachos transnacionales, se introyecta en el plano nacional de un modo que induce al pesimismo y la desesperación. Es la guerra, mental y económica.

Alexis Tsipras, el líder de la nueva izquierda griega que puede obtener un buen resultado en las próximas elecciones griegas, ha dicho que si forma gobierno no abandonará el euro y que fortalecerá el fundamento democrático y solidario de la Unión Europea. También ha reconocido que si le toca negociar con Ángela Merkel no lo tendrá fácil. Pero ni él ni los griegos saben con certeza si lograrán mantenerse en la zona euro, sobre Grecia se abate una ola considerable de aleatoriedad e incertidumbre.

En definitiva, la realidad económica que daña a varios países occidentales me hace pensar que hay una guerra económica mundial  soterrada que tiene por objetivo la implantación de un modelo político determinado por aquella facción que imponga sus tesis.  
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